Gerardo Tena
México, 22 sep (EFE).- El balneario de Acapulco, que entre los 40 y 60 vivió un boom con la presencia de estrellas de Hollywood como Jhonny Weissmuller, el legendario "Tarzán", hace años que perdió su glamour y la paz que lo hicieron un lugar paradisiaco.
Al rescate de Acapulco se ha lanzado el nuevo gobierno estatal, que asumió el poder en abril pasado, y la responsable de esta cruzada es Graciela Báez, secretaria de Turismo de Guerrero, estado al que pertenece Acapulco.
Esta economista, exfuncionaria del gobierno de Ciudad de México, tiene cuatro años para vencer resistencias, limpiar la imagen de este balneario, reanimar al turismo nacional e internacional, abrir nuevas rutas áreas desde EE.UU. y Canadá, y, aunque no es su responsabilidad, garantizar la seguridad de los paseantes.
Una epopeya en tiempos de violencia del crimen organizado, del que Acapulco ha sido uno de sus escenarios y aunque hasta ahora no han salido afectados turistas, éstos han visto imágenes de horror.
Báez ha dado los primeros pasos y para finales de este año espera comenzar con 13 kilómetros de la bahía, que abarca cinco playas (Manzanilla, Tlacopanocha, Hornitos, Papagayo y Tamarindos) y el malecón.
Las primeras están invadidas por cientos de vendedores ambulantes, algunos de sus accesos están obstruidos o no tienen señalamientos, en esta anarquía algunas playas sirven de estacionamiento de automóviles y hay una zona que se ha convertido en un cementerio de lanchas.
El malecón está destruido y hay zonas que parecen catacumbas y se han convertido de refugio de indigentes, reconoce la funcionaria.
No todo Acapulco está así, tiene sus zona exclusivas de grandes hoteles, clubes y marina, pero la imagen de la playa más cercana que tiene Ciudad de México, una de la urbes más grandes del mundo, contrasta con aquella que le dio fama y se ganó el calificativo de "balneario paradisiaco".
La belleza y calidez de la bahía, en el Pacífico mexicano, llamaron la atención del mafiosos Lucky Luciano, que quiso convertirla en el Montecarlo de América, cuando a finales de los cuarenta fue el lugar de moda del "jetset" internacional y de descanso de estrellas de Hollywood, dice Juan Alberto Cedillo en su libro La Cosa Nostra en México (2011).
Varios factores, entre ellos el surgimiento de nuevos destinos de playa, fueron quitándole lustre internacional a Acapulco, sobre el que llegó una avalancha de turistas nacionales tras la construcción de la autopista del Sol.
Hoy el porcentaje de visitantes es de 90% mexicanos y diez por ciento extranjeros, entre ellos los "springbreakers" estadounidenses que aprovechan las vacaciones de Semana Santa.
Báez dijo en entrevista con Efe que su labor es promover la imagen de Guerrero, un estado que vive del turismo. El 70 % de su PIB lo aporta ese sector y Acapulco es su principal fuente de ingresos.
Admite que la imagen del puerto ha recibido golpes como el de la violencia, porque la "gente tiene miedo de salir por la noche", y la decisión del gobierno federal de hacer itinerante el tradicional Tianguis (convención turística) que se celebraba anualmente en este puerto desde hace 36 años.
Ante este panorama, ve una oportunidad para cambiarle el "rostro a Acapulco", al que llegan cada año 5 millones de turistas, una cifra que se ha estancado por diversas razones, pero que dado su belleza y atractivos puede incrementarse notablemente.
Un factor clave para ahuyentar la inseguridad es crear trabajos y en Guerrero, Acapulco a la cabeza, el turismo es vital, pues se trata de un estado que vive de ese sector.
La bahía de Acapulco tiene, además de su belleza natural, sitios como el fuerte de San Diego, construido durante la colonia española, hoteles insignes como el Flamingo que, construido sobre los acantilados más altos de Acapulco, hospedó a Cary Grant, Dolores del Río y Errol Flynn.
También en un risco está una casa que perteneció al legendario John Wayne, que ahora es un hotel boutique.
Otro de los proyectos, que ya ha comenzado, es la construcción de un túnel de 3 kilómetros de largo y que unirá al Acapulco tradicional con el de la "zona dorada".
También le apuesta al turismo hispano y para ello negociará la apertura de rutas aéreas de varias ciudades de EE.UU. Por ahora solo hay un solo vuelo desde Houston (Texas).
Báez considera que el reto es romper la resistencia de vendedores ambulantes, pescadores, empresarios y funcionarios para participar en este cambio con el fin de recobrar el brillo de este balneario cuyo nombre es una marca internacional, lo que explica en parte la persistencia de millones de turistas que, a pesar de todos los problemas, siguen visitándolo. EFE
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